Es sábado, seis de la tarde. Ferran, Natalia, Carlos, Judit y Pepe se preparan para empezar su concierto en una plaza cualquiera. Resonante Basuband es el nombre que han decidido ponerle a su grupo de música, la segunda parte de su proyecto.
Ensayan, hacen pruebas de sonido y la plaza poco a poco se va llenando de gente. En todos sus conciertos siempre hay público de todas las edades. Esta es una de las características de sus espectáculos, que “es prácticamente igual si está pensado para adultos que si actuamos para niñas y niños, los cambios son mínimos”, explica Carlos. No les gusta “la música demasiado ñoña” porque consideran que “las niñas y niños quieren escuchar buena música, que tenga que ver con ellas y ellos y que puedan bailarla”.
Empieza el concierto y la gente que no les ha visto nunca queda alucinada. “Muchas veces nos dicen que si cierras los ojos no sabes que los instrumentos están hechos con basura”, cuenta Natalia. Y asegura que, aunque los propios instrumentos es una de las cosas que más llama la atención, “también la llamamos nosotros mismos porque somos un grupo muy curioso”.
Las canciones que cantan también son de cosecha propia, las han compuesto ellos. Otra de las características del grupo es que en un mismo concierto escuchas diferentes estilos de música. “La gente agradece que cada canción sea distinta porque así cada una es una sorpresa”, apunta Natalia. Y parece que funciona, porque el público acaba animándose a bailar con ellos.
Acaba el concierto. A las chicas y chicos de Resonante Basuband todavía no se les ha borrado la sonrisa de la cara, se van con la sensación de haber hecho bien sus deberes. Según cuenta Natalia, “salimos con mucho subidón porque se crea una energía muy maja”. Toca seguir trabajando para seguir acercando la música y la ecología a la gente.