En el acoso escolar no solo son partícipes el acosador y la víctima, sino también aquellas personas que mantienen una actitud cómplice
La convivencia escolar es una de las preocupaciones más importantes para la comunidad educativa. Padres y madres buscan la confianza en el entorno en el que dejan a sus hijos ya que estos pasan allí la mayor parte de su tiempo. Por otro lado, desde el centro educativo se dan las bases para crear una cohesión y sentimiento de comunidad. Sin embargo, una de las problemáticas más frecuentes y graves sigue siendo el bullying o acoso escolar.
Este término ha pasado a ser conocido por todos en los últimos años ya que han saltado las alarmas ante los casos de acoso dados en colegios e institutos. Y es que es importante destacar que, pese a que el bullying no es un invento del siglo XXI, el alcance de este y su repercusión en el mundo tecnológico ha agravado la situación.
El término bullying refiere una serie de conductas de acoso y violencia que pueden catalogarse como violencia física; violencia psicológica y violencia social. Pueden ir de menor a mayor gravedad, pero todas ellas son consideradas acoso o bullying.
Las redes sociales han adquirido una nueva dimensión gracias a las redes sociales.
La violencia física puede presentarse de dos tipos bien diferenciados. Puede existir una acción directa sobre la víctima, es decir, empujones, golpes, patadas... o actos indirectos como romper bienes materiales y robo. La violencia psicológica, por otro lado, es más discreta pero a su vez es continua y caladora. Se trata de humillaciones, amenazas, burlas y provocación del miedo, entre otras. Esto supone un daño hacia la víctima, la cual se ve cada vez más insegura.
Si bien es cierto que todos los tipos de violencia son graves y condenables, el caso de la violencia social no debe ser para menos. Esta necesita de una atención especialmente importante ya que en la actualidad el bullying ha adquirido una nueva dimensión gracias a las redes sociales. Este tipo de violencia aísla a la víctima provocando su exclusión dentro de la comunidad educativa. Esta situación tiende a darse de forma progresiva y silenciosa, por lo que no se detecta con facilidad; y va acompañada de violencia psíquica y física.
Cómo se dan situaciones de acoso
El bullying se alimenta de la seguridad y confianza de las personas. La persona con papel de acosador suele fijarse en una víctima a la que vea débil o incapaz de defenderse de forma activa. El objetivo principal es la humillación y el aislamiento de esa persona, por ello, suele ser una única víctima la que recibe el comportamiento agresivo.
Sin embargo, la clave del éxito en el caso del acosador o acosadora, es la figura del cómplice. Llamamos cómplice a toda persona que participa de forma activa o pasiva en actos violentos.
¿Por qué es importante destacar las formas pasivas de participar? Porque aquellas personas que son conocedoras de la situación de acoso que está ocurriendo y no hacen nada al respecto, por ejemplo, ponerlo en conocimiento de los adultos pertinentes, están permitiendo que el bullying continúe.
Las consecuencias del bullying pueden verse en adultos con problemas de habilidades sociales, violencia o problemas de autoestima.
Programas de prevención y detección
Los centros educativos cuentan con un programa específico de prevención y detección del bullying que deben activar al momento de conocer un caso en la institución. Además, a lo largo del curso escolar y de forma transversal a los objetivos y contenidos de las asignaturas, se deben abordar temas como el acoso escolar, la violencia y la convivencia escolar.
Numerosos programas de intervención no están únicamente focalizados en la víctima y el acosador, sino también en las figuras de cómplice. De hecho, son en estas últimas donde se hace hincapié ya que su papel es fundamental para el éxito tanto del propio acoso como de su detección y solución.
Es relevante destacar la importancia de enseñar habilidades sociales como la empatía, la cooperación y el respeto en las aulas ya que las consecuencias del acoso en edades comprendidas entre la infancia y la adolescencia tienen repercusiones en la edad adulta.
Consecuencias del bullying
Las consecuencias del acoso escolar en las víctimas son variadas, sin embargo pueden ser muy graves llegando a provocar el suicidio. Las más comunes entre menores suelen ser la ansiedad; el fracaso escolar; sentimientos de culpabilidad; depresión; falta de confianza tanto en sí mismo como en los demás y problemas de autoestima. Por ello, es fundamental ser detectado a tiempo.
Cuando hablamos de bullying es fundamental detectarlo para que la víctima no siga sufriendo la violencia de las personas acosadoras. Sin embargo, es importante destacar la existencia de consecuencias para acosadores y cómplices que, siendo menores de edad, están siendo educados en un contexto que afectará también a su vida adulta.
Trabajar la violencia, el autocontrol o la falta de empatía son claves para que, en un futuro, estas situaciones no se repitan. Esto puede afectar gravemente a su forma de relacionarse con personas a lo largo de sus vidas.