El cambio en nuestras vidas provocado por la Covid-19 no solo ha afectado a las personas adultas sino también a la infancia y adolescencia
A lo largo de todos estos meses hemos cambiado y adaptado nuestro estilo de vida a la nueva situación provocada por el coronavirus. La parte más afectada ha sido el cambio en nuestra forma de relacionarnos y de compartir tiempo con aquellas personas que suelen estar en el día a día.
Si bien es cierto que el foco de atención se ha colocado en la vida adulta, no debemos dejar escapar la oportunidad de hablar de cómo la Covid-19 está pasando factura en la infancia y adolescencia. El confinamiento domiciliario del pasado 2020, así como las restricciones sociales que se llevan a cabo desde entonces, están marcando duramente las etapas más importantes del desarrollo evolutivo.
Durante este último año hemos aprendido a vivir con incertidumbre
El entorno familiar, escolar y social son las principales fuentes de conocimiento en edades tempranas. Son los espacios seguros para aprender a relacionarse, comunicarse y desenvolverse con el entorno. Sin embargo, la reducción al núcleo familiar del hogar ha provocado que parte de ese espacio educativo se pierda.
Sabemos que maestras y maestros están haciendo todo lo posible para que el colegio sea un lugar seguro. También, el esfuerzo que realizan con su trabajo diario para que todo parezca lo más normal posible y así poder continuar con sus actividades diarias. Pero, también somos conocedores de las dificultades que acarrean las continuas cuarentenas, el miedo al contagio y la falta de contacto a la hora de sociabilizar.
A esto debemos añadir las persistentes informaciones que nos hemos acostumbrado a recibir diariamente: información sobre el número de contagios, fallecidos, avance en el tema de las vacunas, restricciones y la situación en otros países. Datos que compartimos de forma habitual en las charlas familiares y sociales, y de las cuales niñas y niños no están exentos.
Todo ello ha provocado que el coronavirus no solo pase factura físicamente si se padece, sino también psicológicamente. Acostumbrarnos a la incertidumbre no es tarea fácil y cuesta aun más cuando no se sabe la fecha del final. De alguna manera, estas consecuencias también recaen sobre la infancia y adolescencia. Aunque la mayoría de veces acepten la situación sin pedir explicaciones, el estrés y la ansiedad también lo sufren.
En el caso de la adolescencia aun se complica más. No podemos dejar al margen que es una etapa de continuos cambios, en el que el núcleo familiar pasa a segundo plano y gana con fuerza el contacto entre iguales. Es un momento en el desarrollo del autoconocimiento, nuevas experiencias y mayor independencia. La situación comentada anteriormente afecta en gran medida a la parte social, por lo que adolescentes están experimentando nuevas formas de relacionarse y no perder el contacto con amigas y amigos.
Existen profesionales capaces de ayudar a superar situaciones de estrés y ansiedad tanto en adultos como en menores
En muchas situaciones hablamos de lo importante que es pasar tiempo con otras personas, disfrutar del contacto humano y dejar a un lado las nuevas tecnologías. Sin embargo, son estas las que están permitiendo en el día a día que las y los adolescentes sigan teniendo contacto con aquellas personas que no pueden ver.
Es importante tener en cuenta que esta situación es pasajera, no obstante, aun lo es más prestar atención a aquellas consecuencias psicológicas que pueden estar padeciendo niñas, niños y adolescentes.
Saber y ser consciente de que existen personas profesionales que pueden ayudar a mejorar y sobrellevar la ansiedad provocada por el coronavirus es beneficioso. Si en algún momento surgen dudas siempre se puede dar a conocer el caso en el centro de salud o colegio, donde podrán aconsejar y derivar a especialistas capaces de ayudar y dar con la problemática.