La motivación y el éxito en el aprendizaje están estrechamente relacionados. Fomentar la motivación ayuda a garantizar un buen rendimiento escolar
¿Conocemos realmente cómo influye la motivación en el aprendizaje? ¿Somos conscientes de la presión que ejercemos en las y los estudiantes y su rendimiento escolar? ¿Les pedimos motivación sabiendo aquello que estamos solicitando?
La motivación nos ayuda a crear hábitos y cumplir con nuestras obligaciones
La palabra motivación está muy integrada en las acciones de la vida cotidiana. Tanto en el ámbito escolar, laboral o personal solemos hablar del grado de motivación que tenemos en ese momento para realizar una tarea o alcanzar un objetivo. Y esto no es de extrañar, pues podemos definir la motivación como aquella “fuerza” que nos impulsa a realizar una acción.
La motivación es, por tanto, la raíz de la cual nace un comportamiento. Los estímulos que impulsan a la motivación pueden ser internos (un pensamiento, un sentimiento, etc.) o externos (cualquier información que proviene del exterior).
Y es la motivación la que nos ayuda en el día a día a crear hábitos y cumplir con nuestras obligaciones, por ejemplo: trabajar durante toda la semana porque sabemos que el fin de semana podremos descansar.
Ahora bien, como personas adultas partícipes en la educación de niños, niñas y adolescentes, ¿somos conscientes de la motivación que tienen a la hora de realizar sus obligaciones? ¿Fomentamos la motivación hacia el aprendizaje?
En muchas ocasiones confundimos la motivación propia con actos que realizan las y los estudiantes para evitar consecuencias negativas. Ejemplo de ello es pensar que la motivación se muestra cuando hay atención en clase; participación y escucha activas; pocas o nulas distracciones y la realización correcta de tareas o estudio. Sin embargo, no tiene por qué estar relacionado con la motivación sino con una preocupación a las posibles consecuencias (castigos, suspensos, baja autoestima, etc.).
La forma de plantear el aprendizaje influye en la motivación
Otras veces, el problema que puede darse es confundir la motivación del alumnado con las capacidades que tiene. Siempre se debe valorar la intención a la hora de realizar una tarea o de participar y no exclusivamente si se consigue o no. De esta manera se fomenta el esfuerzo y la motivación y no la probabilidad de éxito.
Errores que cometemos a la hora de fomentar la motivación
Para poder entender de qué depende la motivación, es interesante plantear cuatro preguntas clave:
- ¿Cuál es el objetivo a conseguir?
- ¿Qué voy a conseguir? (¿Cuál es la meta?)
- ¿Cuánto me costará?
- ¿Qué tengo que hacer para conseguirlo?
La primera de las preguntas corresponde a tener claro y enfocado el objetivo que queremos alcanzar. En la segunda, es aclarar la meta, es decir, el beneficio o satisfacción que se tendrá. La tercera pregunta nos plantea el esfuerzo y empeño, así como los posibles costes negativos (por ejemplo: dedicar muchas horas al estudio en vez de ver la televisión). Por último, el plan de acción: ¿qué medios se necesitan para alcanzar el objetivo? ¿Qué expectativas se tienen al respecto?
¿Cuáles son los errores más típicos en la escuela y en casa? El primero de todos ellos tiene que ver con la forma de plantear las actividades o tareas. Si partimos de la base que podemos impulsar la motivación respondiendo a las cuatro preguntas anteriores, una de las cuestiones que debemos tener en cuenta es explicar cuál es el objetivo a conseguir. Tanto el profesorado como las familias nos hemos acostumbrado a decir “hay que hacer este ejercicio” o “debes recoger tu ropa”, no añadimos información extra que puede ayudar a la niña, niño o adolescente a comprender qué aprenderán con ello. Por ello, no debe sorprendernos el hecho de que no muestren interés o les cueste llevar la tarea a cabo.
En la segunda cuestión planteamos las metas y, en este caso, debemos hacer diferencia en dos tipos: por un lado, una de las razones puede ser alcanzar la meta en sí, es decir, obtener algún beneficio o satisfacción a una necesidad; por otro lado, podemos hablar del grado de interés, que tiene que ver con la respuesta personal que se da al tema o actividad a tratar. Por lo tanto, es importante conocer qué metas o intereses tienen porque de ello dependerá su motivación.
Es importante ayudar a crear expectativas realistas
Respondamos ahora a la tercera cuestión. Cuando planteamos una tarea debemos tener en cuenta las posibles consecuencias negativas que estas puedan producir. Por ejemplo: ¿Qué posibilidad hay de aburrirse? ¿pueden provocar frustración por no conseguirse? ¿en cuánto tiempo les agotará? Cuando la probabilidad de estas consecuencias es amplia puede darse la posibilidad de que no valgan la pena, no haya ninguna razón para tal esfuerzo.
Por último, también es importante valorar las expectativas que la tarea propuesta requiere. ¿Podré conseguir dicho objetivo? Es fundamental que el grado de expectativa no recaiga, pues si esto ocurre, también disminuirá la motivación “¿para qué me tengo que esforzar si no voy a conseguir nada con ello?”
Conocer si se puede alcanzar el objetivo y plantear el grado de expectativas dependerá de las capacidades estratégicas para alcanzar dicha tarea. ¿Qué conocimientos y posibilidades son necesarias? A la hora de plantear las actividades, debemos tener en cuenta las habilidades del alumnado o familiar. Enseñarles a ser realistas y no crear falsas expectativas ayudarán a que la motivación sea la correcta.
Como se puede comprobar, la motivación es un tema complejo que afecta en el desarrollo socioemocional de las y los menores. También en el caso de las personas adultas. Aprender a mantener la atención y focalizarse en el esfuerzo no es tarea fácil e influye fuertemente en la posibilidad de éxito. Por ello, durante la etapa educativa es fundamental ayudar a conseguir esa motivación con actividades y tareas que permitan responder a las cuatro preguntas planteadas.