La idea del estudiante ejemplar puede ser contraproducente y restar valor al esfuerzo
¿Por qué se menosprecia tanto el esfuerzo? ¿Por qué es tan importante validar la capacidad con una calificación? ¿La habilidad es más importante que la voluntad? Son muchas las cuestiones que nos hacemos alrededor de la cultura del rendimiento académico. Tanto en el ámbito familiar como en el escolar y desde edades bien tempranas, se inculca (a veces de forma poco correcta) la importancia de tener buenas calificaciones y ser un estudiante ejemplar. Este planteamiento suele tener como consecuencia una mala adquisición de hábitos de estudio; un autoconcepto desacertado; connotaciones probablemente negativas hacia el aprendizaje; y falta de metas de aprendizaje.
Factores que influyen en el aprendizaje
Hablar de aprendizaje y rendimiento escolar tratando únicamente la capacidad o habilidad es igual que querer sentarse en una silla de tres patas. A la hora de adquirir un nuevo conocimiento la persona debe tener la capacidad para ello; ejemplo de ello es que el ser humano tiene ciertas capacidades que el resto de animales no tiene. Por tanto, se tiene que poder realizar esta capacidad ya sea física o cognitivamente. No obstante, si no se tiene voluntad, es decir, intención, esta nueva habilidad no se aprenderá. Esto plantea entonces la cuestión ¿qué es más importante: la capacidad o la voluntad?
En el ámbito educativo, tanto profesionales como familiares, tendemos a centrar los esfuerzos en saber qué capacidades se tienen que reforzar o adquirir. Además, valoramos si se tiene la capacidad o no para ello y, en muchas ocasiones, olvidamos la importancia de centrar la mirada en los niveles de motivación que se están empleando para el aprendizaje.
La expectativa o la situación educativa son factores internos y externos que condicionan la motivación
La motivación es un conjunto de procesos que están implicados en la activación, dirección (tiene un objetivo) y persistencia (duración) de una conducta. Sabemos además, que esta puede ser interna (intrínseca) o externa (extrínseca). En otras palabras, y llevadas a la práctica en el entorno escolar estaríamos hablando de que algunos factores internos serían las actitudes, expectativas o percepciones que se tienen tanto de sí misma o mismo como de la tarea o meta de aprendizaje; por otro lado, los factores externos estarían relacionados con la situación educativa: profesado, relación entre iguales, asignaturas o situación familiar, entre otros. Hay tantas posibilidades como contextos educativos.
Hacer hincapié sobre los factores externos es complicado puesto que no pueden controlarse (por ejemplo: querer controlar quién será el profesor de la asignatura de matemáticas); sin embargo, un buen punto de inicio es fomentar el trabajo de todas aquellas variables personales que pueden influir.
- A nivel cognitivo:
- Conocimiento
- Cuáles son sus destrezas y habilidades
- A nivel afectivo – emocional:
- Qué autoconcepto tiene
- Cuáles son sus metas de aprendizaje
- Cuáles son sus emociones hacia este
Como comentamos en el artículo "la importancia de la salud emocional", es importante tener una buena base de autoestima y autoconcepto para saber valorarse con realidad y perspectiva; también en el ámbito escolar. Suele ser esta etapa donde comienzan a aparecer sentimientos de frustración, negación o fracaso y, es tan necesario aprender a abordar estas situaciones como las de éxito.
El esfuerzo
La palabra esfuerzo ha adquirido entre las niñas, niños y adolescentes ciertas connotaciones negativas que son dignas de cuestionar. Si bien es cierto que por lo general el profesorado, familiares o cualquier persona encargada de la educación valorará por encima de cualquier otra variable el esfuerzo empleado por superarse; el alumnado tiende a menospreciar este en comparación a la habilidad. Veamos un ejemplo:
“Estudiante saca mala nota en un examen y excusa esa nota a la falta de tiempo”.
Se puede observar en dicha situación cómo se está poniendo de manifiesto la falta de voluntad y no la falta de habilidad. Es preferible dejar bien claro que no se ha querido involucrar más en el estudio a que se ponga en duda su capacidad.
¿Por qué no se valora el esfuerzo? Es una cuestión de perspectiva e impaciencia propia de edades más tempranas. Este requiere constancia, trabajo continuo y sus frutos suelen verse a medio-largo plazo. Por esta razón resulta complicado que puedan entender que esforzándose y siendo constantes se consiguen mejores resultados.